domingo, 6 de marzo de 2016

CARTONEROS SEMIÓLOGOS: GÉNESIS DE UN SISTEMA DE SIGNIFICACIÓN

El mundo se manifiesta a nuestros sentidos a través de sonidos, texturas, formas, colores, olores, etc., lo que nos permite distinguir cada componente del universo por las características que posee. Nuestra capacidad de discriminación nos hace advertir diferencias y coincidencias y, así podemos organizar en tipos lo que en un principio era un solo caos.

Pero, si no contáramos con un criterio previo, sería una tarea interminable e inútil el pretender clasificar todos los componentes del Universo y clasificarlos. Admitamos que siempre que nos vinculamos con el mundo a través de los sentidos, establecemos una clasificación básica que separa lo que sí nos interesa de aquello que no nos importa y, por tanto lo ignoramos. Elegimos sólo lo que nos concierne de alguna manera y por alguna razón, es decir, aquello que seleccionamos es lo que atraviesa un filtro de pertinencia.

Según sea lo que nos propongamos, nos veremos obligados a focalizar nuestra atención en lo que es pertinente a ese propósito o interés, y a descartar lo demás; este mismo interés o imperativo nos dará las pautas para clasificar lo seleccionado en categorías o tipos.  En este proceso también las prácticas y costumbres serán un criterio de pertinencia y clasificación.

Tomemos como ejemplo los cartoneros que salen cada noche a revolver y dar un nuevo sentido a lo que ciertos grupos sociales de la ciudad descartan porque ya no tiene utilidad para ellos y pasa a integrar ese caos que es la basura. La tarea que emprenden los cartoneros es, ante todo, la de establecer un contacto sensible con los despojos -miran, remueven- y separan lo que les interesa dejando de lado lo que no. Luego hacen una primera selección en categorías tales como lo que es «útil para su uso personal» y lo que «compra el acopiador»; a su vez, este último grupo se subdivide en «metales», «vidrios», «plásticos», «cartones y papeles». Como esta última categoría es la más demandada, se aplican subtipos tales como «papel blanco no clorado», «cartones», «papel reciclado», categorías estas impuestas por el acopiador, de acuerdo a los precios, calidades y propósitos prácticos del reciclado industrial.

Cartoneros, acopiadores e industriales, imponen un sistema de tipos que se distinguen por una denominación específica; así «papel blanco» es una expresión que, como contenido, implica una calidad de objeto, un precio preferencial, un uso específico como materia prima industrial. Se ha creado todo un sistema de significación en el que una inmensa gama de desechos orgánicos no es tomada en cuenta porque esa gama no figura ni en los objetivos ni en las prácticas de los actores del circuito cartonero-reciclador. Si los actores hubiesen formado parte de un movimiento de horticultores orgánicos, el criterio de pertinencia sería muy diferente, lo mismo que los tipos en los que habrían clasificado la basura elegida y las denominaciones utilizadas.

Para el consumidor insensible, en cambio, la clasificación sólo toma en cuenta dos tipos: lo útil y la basura, lo que muestra su falta de creatividad como usuario de sistemas de significación respecto a lo que él mismo saca todas las noches a la calle. Cuando los cartoneros ya no sean para nosotros unos seres de la noche sin identidad individual ni historia, cuando logremos entablar un mínimo lazo de comunicación con ellos, entonces podremos hacer nuestro su sistema de significación de la basura. Entonces, separaremos por un lado los plásticos, los metales, los vidrios, las diferentes clases de papeles y cartones y, por otro lado pondremos lejos del posible contacto con sus manos todo aquello capaz de podrirse; en ese momento los cartoneros comenzarán a ser pertinentes para nosotros.



Autor: Mario Sánchez Proaño 2005

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