Escuela Regina Pacis, 1° año de Artes Visuales
El presente texto es una adaptación del capítulo 15 del libro de:
HARVEY, David
La condición de la posmodernidad
Investigación sobre los orígenes del cambio cultural Buenos Aires: Amorrortu, 1998 [Oxford, 1990]
15. El tiempo y el espacio en el proyecto de la Ilustración. [pp. 267-287]
En este capítulo trataré de analizar brevemente la larga transición que preparó el camino para la reflexión sobre el espacio y el tiempo de la Ilustración europea.
En el feudalismo europeo, en sus mundos (en plural) relativamente aislados el lugar adquiría un significado legal, político y social definido que ponía de manifiesto una relativa autonomía de las relaciones sociales y de la comunidad dentro de confines territoriales no muy claramente determinados. El espacio circundante se apresaba de manera confusa y además remitía a una cosmología misteriosa poblada por alguna autoridad exterior, ya fueran espíritus celestiales o maravillosos personajes míticos y legendarios. Las cualidades limitadas del lugar respaldaban las rutinas tradicionales de la vida cotidiana. El artista medieval quería dar cuenta de aquello que tenía ante sus ojos mediante una representación casi táctil, desde diferentes ángulos y no desde una única posición privilegiada.
Progresivamente se va dando un cambio en la concepción del espacio y del tiempo sobre todo a causa del progresivo uso de la moneda y del intercambio de bienes, primero entre comunidades, pero luego por medio de un comercio más complejo; esto lleva a una concepción espacio-temporal distinta a la que dominaba durante el período feudal.
En el Renacimiento se produce una reconstrucción radical de las perspectivas del tiempo y el espacio en el mundo Occidental. Desde una mirada etnocéntrica, los viajes de descubrimiento dieron lugar a un asombroso flujo de conocimientos sobre un mundo más vasto que debía ser reconocido y representado. Estos viajes mostraron que el globo era finito y potencialmente cognoscible. En una sociedad cada vez más consciente del lucro, el conocimiento geográfico se convirtió en una valiosa mercancía. La acumulación de riqueza, de poder y capital se vinculó a un conocimiento del espacio y a un control individual sobre este. Cada lugar se volvió significativo en el contexto de ese mundo más vasto a través del comercio y la acción militar. Pero, como esos procesos se fueron dando gradualmente, también los cambios en las concepciones sobre el espacio y el tiempo fueron lentos.
A mediados del XV, en Florencia, Brunelleschi y Alberti concibieron reglas fundamentales de la perspectiva: ellas rompían radicalmente con las prácticas del arte y la arquitectura medievales y dominarían hasta comienzos del XX. Este fue un logro fundamental del Renacimiento que modeló las formas de ver durante cuatro siglos. El punto de vista fijado por los mapas y las pinturas con perspectiva es elevado y distante y cae fuera del alcance plástico o sensorial. Genera un sentido del espacio fríamente geométrico y sistemático que, sin embargo, produce la sensación de ser responder a las leyes de la naturaleza. La concepción de un espacio infinito permitía apresar el globo como una totalidad finita. También el cronómetro (asociado a la idea del tiempo como flecha [devenir lineal]), otorgó al tiempo cualidades infinitas análogas a las que se asignaban al espacio.
La perspectiva concibe el mundo desde el “ojo que ve” del individuo. Otorga importancia a la óptica y a la capacidad del individuo para representar lo que ve como si
fuese “verídico”, comparado con las verdades superpuestas de la mitología o de la religión. La vinculación entre individualismo y perspectivismo es importante, ya que proporciona un fundamento efectivo a los principios de racionalidad cartesianos que fueron integrados al proyecto de la ilustración. Señala una ruptura en la práctica artística y arquitectónica, que desde las tradiciones artesanas y locales se desplazó hacia la actividad intelectual y el “aura” del artista, del científico o del empresario como individuo creador. La formulación de las leyes de la perspectiva también se vincula con las prácticas racionalizadoras que surgen en el comercio, la banca, la industria y la producción agrícola.
La historia de los mapas del Renacimiento, que adquirieron cualidades de objetividad y funcionalidad enteramente nuevas, resulta especialmente reveladora. La objetividad en la representación espacial se hizo importante porque económica y políticamente era necesaria para la navegación, el establecimiento de los derechos de propiedad sobre las tierras (opuesto a los confusos sistemas feudales de derechos y obligaciones), las fronteras políticas, los derechos de tránsito y de transporte. Por supuesto que desde antes existían mapas, pero la importación del mapa ptolemaico [grilla organizada por altitud y longitud] desde Alejandría a Florencia hacia el 1400, parece haber desempeñado un rol crucial en la elaboración y en el uso de la perspectiva en el Renacimiento, otorgó a la geografía los mismos principios estéticos de armonía geométrica que los florentinos buscaban en el arte.
El nexo entre el mapa de Ptolomeo y la perspectiva es el siguiente: Ptolomeo quería representar el globo tal como aparecería al ojo humano que lo miraba desde fuera, para ello diseña una grilla en la que coloca los lugares. Esto implica la posibilidad para ver el globo como una totalidad cognoscible. Así, el espacio puede ser conquistado y contenido por la acción y la ocupación humanas mediante el uso de principios matemáticos.
El perspectivismo tuvo repercusiones en todos los aspectos de la vida social y en todos los campos de la representación, por ejemplo la arquitectura comienza a buscar una construcción concebida sobre un plano unificado trazado a medida. Esto podía extenderse hasta abarcar la planificación y construcción de ciudades enteras según un plano unitario. La arquitectura barroca del XVII hubiera sido impensable antes de la geometría proyectiva, el cálculo, los relojes de precisión y la óptica newtoniana. También es interesante el hecho de que la imagen del mundo como un teatro, tiene su paralelo en el nombre de los mapas: Teatro del imperio de Gran Bretaña; Teatro Française. En esta misma línea encontramos posteriormente la construcción de paisajes según los principios del diseño teatral.
Las experiencias espaciales y temporales son los vehículos fundamentales para la configuración de las relaciones sociales: así, un cambio en la forma de representación espacio-temporal, producirá algún tipo de transformación en las relaciones sociales.
En varios aspectos, la revolución renacentista que se operó en los conceptos de espacio y de tiempo instauró los cimientos conceptuales para el proyecto de la Ilustración, que ve el dominio de la naturaleza como una condición necesaria para la liberación humana. La conquista y el ordenamiento racional del espacio se convirtieron en una parte integrante del proyecto de modernización. La Ilustración plantea que el espacio y el tiempo tenían que organizarse para facilitar la evolución del “Hombre” como individuo libre y activo, dotado de conciencia y voluntad. De acuerdo con esta imagen emergía un nuevo paisaje. Las enmarañadas perspectivas en la arquitectura barroca, debían dar lugar a estructuras racionalizadas. Los pensadores de la Ilustración se propusieron gobernar el futuro a través de la institucionalización de sistemas racionales de regulación y control social. En realidad, ellos se apropiaron de las concepciones del espacio y del tiempo del Renacimiento y las llevaron hasta el límite en el intento de construir una nueva sociedad más democrática y más opulenta.
Los mapas precisos y los cronómetros eran las herramientas esenciales para proyectar el futuro.
Los mapas, despojados de todos los elementos de la fantasía y de la creencia religiosa, así como de toda huella de las experiencias comprometidas en su producción, se habían convertido en sistemas abstractos y estrictamente funcionales para el ordenamiento práctico de los fenómenos en el espacio. Los mapas definían cada vez con más precisión los derechos de propiedad sobre las tierras, las fronteras territoriales, la administración y el control social, las rutas de comunicación, etc.. También permitían que la población de la Tierra, por primera vez en la historia humana, se ubicara dentro de un marco espacial único. La visión totalizante del mapa dio lugar a la construcción de un fuerte sentido de las identidades nacionales, locales y personales en medio de las diferencias geográficas.
El registro del tiempo con el cronómetro tuvo implicaciones igualmente totalizantes para el pensamiento y la acción. La concepción del pasado y del futuro, conectados linealmente por el tictac del reloj, dio lugar a una gran confianza en la posibilidad de controlar el futuro. Tal vez lo más importante de esta concepción del tiempo homogéneo y universal se relacione con las nociones de tasa de ganancia, los tipos de interés, el salario por horas y otras magnitudes fundamentales para la toma de decisiones capitalistas. Todo esto equivale a decir que el pensamiento de la Ilustración operaba dentro de los límites de una visión mecánica del universo, en la cual los absolutos de tiempo y espacio homogéneo formaban los recipientes que limitaban el pensamiento y la acción.
El mapa es un recurso totalizante. La aplicación de principios matemáticos produce un conjunto formal de lugares abstractos y pone en un plano de igualdad a lugares muy distintos. En efecto, el mapa es una homogeneización, una igualación, de la rica diversidad de itinerarios espaciales e historias espaciales. El mapa elimina poco a poco todas las huellas de las prácticas que lo produjeron. Los mapas medievales tenían cualidades táctiles porque preservaban esas huellas, mientras que los mapas matemáticamente rigurosos de la Ilustración tenían cualidades muy diferentes.
Del mismo modo que el mapa reemplaza al espacio deshilachado y discontinuo de los senderos prácticos por el espacio homogéneo y continuo de la geometría; el calendario sustituye el tiempo práctico, con sus distintos ritmos, por un tiempo lineal, homogéneo y continuo. El observador de estos mapas homogéneos tiene el privilegio de la totalización, y puede también comprender la lógica del sistema, que una perspectiva parcial no podría captar. Al tratar como reales ciertas concepciones idealizadas del espacio y del tiempo, los pensadores de la Ilustración encerraron la libre fluidez de las experiencias y de las prácticas humanas en configuraciones abstractas racionalizadas. Es en esto en lo que Foucault detecta el giro represivo de vigilancia y control de la Ilustración con respecto a las prácticas sociales.
Si el perspectivismo, con todo su rigor matemático, construye el mundo desde un punto de vista individual determinado, entonces, el arquitecto, el diseñador, el urbanista, no pudieron preservar el sentido táctil de las representaciones medievales. Las realizaciones, de estos productores de espacio, fueron siempre “arte ajeno” para quienes las habitaban.
La conquista y el control del espacio requieren que éste sea concebido como algo utilizable, maleable y, por tanto, susceptible de ser dominado a través de la acción humana. La perspectiva y el trazado matemático de los mapas lo consiguieron con una concepción abstracta, homogénea y universal del espacio, un marco de pensamiento y acción que
resultaba distinguible y estable. La geometría euclidiana1 proporcionó el lenguaje del discurso. De todas maneras estas experiencias constituían islas de prácticas en un mar de actividades sociales en las que seguían funcionando toda clase de concepciones diferentes sobre el espacio y el lugar: sagradas, profanas, simbólicas, animistas, personales. Pero hizo falta algo más para consolidar en la práctica social real el uso del espacio universal, homogéneo y abstracto, ese “algo más” que pasó a ser dominante, fue la propiedad privada de la tierra y la compra y venta del espacio como mercancía.
Una de las formas en que puede lograrse la homogeneidad del espacio es a través de su fragmentación en parcelas de propiedad privada, que puedan ser compradas y vendidas en el mercado. Hay una permanente tensión entre el libre uso de la tierra para fines sociales y el dominio del espacio por la propiedad privada.
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